Pasamos día a día por la vida…, a través del tiempo, segundo a segundo que señala la aguja de un reloj. Seguro, no te has parado a pensar, algunas personas damos cada paso a través de los sucesos, los acontecimientos y anécdotas que nos suceden o provocamos, y podemos estar hundiéndonos pero no queremos saber…, como nos sucede. No queremos saber, ni miramos, ni planteamos por qué empiezan las cosas así o pudiera ser que fueran de otra manera, difícil esta propuesta pero ¿por qué no? También pudiera ser que contara para nosotros cada aliento, cada suspiro, que pudiéramos estar contentos, sentir que todo cuanto nos pasa es como un sueño, de esos buenos y agradecer cuanto tenemos y hacemos.
¿Contemplamos el encanto y el prodigio del poder de las palabras…? y palabra a palabra llegamos hasta ese lugar dónde las cosas ocurren y las utilizamos para contar una historia propia y real; como si llegara ese príncipe al lugar adecuado y la princesa está esperando ese beso para devolverla la vida, eso dicen que ocurrió en un cuento, pero también en nuestras vidas puede ocurrir alguna vez, aunque fuera una y entonces quedaría ahí esa historia, para siempre. Podemos despertar del letargo de los sueños y la inercia de las cosas rutinarias y resabidas, vivir cada momento, cada día, para absorberlos, para descubrirnos y descubrir que todo lo que nos rodea merece la pena y está ahí para ofrecernos algo…, hacerlo nuestro con toda esas sensaciones de pertenencia y goce.
¿Contemplamos el encanto y el prodigio del poder de las palabras…? y palabra a palabra llegamos hasta ese lugar dónde las cosas ocurren y las utilizamos para contar una historia propia y real; como si llegara ese príncipe al lugar adecuado y la princesa está esperando ese beso para devolverla la vida, eso dicen que ocurrió en un cuento, pero también en nuestras vidas puede ocurrir alguna vez, aunque fuera una y entonces quedaría ahí esa historia, para siempre. Podemos despertar del letargo de los sueños y la inercia de las cosas rutinarias y resabidas, vivir cada momento, cada día, para absorberlos, para descubrirnos y descubrir que todo lo que nos rodea merece la pena y está ahí para ofrecernos algo…, hacerlo nuestro con toda esas sensaciones de pertenencia y goce.
Ver, de verdad y oír sintiendo la magia del sonido y lo que los sonidos nos traen. Acariciar y sentir toda la sensibilidad que tenemos ¿has tocado el pétalo de una flor? Su suavidad, su frescura aterciopelada… oler y sentir la bondad de las fragancias… recrearse en la dádiva de un beso.
Estamos continuamente en el peligro real de ser devorados por el tormento repetido de lo que nos proponen los mensajeros del sufrimiento universal, lo deseamos para ser reconfortados, lo virtual ha sustituido a la realidad y lo indecible es que vivimos transformados en un gran bandada en que consumimos tanto nuestro sufrimiento, como el ajeno, como si no tuviéramos ninguna otra posibilidad. Casi todo el mundo reconoce y al fin se acepta que nos ocultamos, amparados en el silencio, en la protección de la oscuridad de la noche, en la anestesia de las televisiones y mirando hacia otro lado, que vivimos, que tenemos necesidad de sentir emociones propias, estar contentos en nuestro corazón, tenemos la necesidad de poder compartirlo y, en una mirada apasionada, cortejar lo más profundo de nuestro ser.
Preferimos mayoritariamente las miradas de soslayo, preocupados de que nos descubran y vean como somos. Pero al final siempre preferimos y nos encanta entregarnos a lo que nos produce placer y a alguien que nos traspasa con la daga de un vistazo, y nos deja la rozadura de un sentimiento en el corazón. Entonces, ni nosotros nos reconocemos, todas las ventanas y puertas se abren de par en par y la raíz del pelo se dilata y se nos llena de electricidad.
Estamos continuamente en el peligro real de ser devorados por el tormento repetido de lo que nos proponen los mensajeros del sufrimiento universal, lo deseamos para ser reconfortados, lo virtual ha sustituido a la realidad y lo indecible es que vivimos transformados en un gran bandada en que consumimos tanto nuestro sufrimiento, como el ajeno, como si no tuviéramos ninguna otra posibilidad. Casi todo el mundo reconoce y al fin se acepta que nos ocultamos, amparados en el silencio, en la protección de la oscuridad de la noche, en la anestesia de las televisiones y mirando hacia otro lado, que vivimos, que tenemos necesidad de sentir emociones propias, estar contentos en nuestro corazón, tenemos la necesidad de poder compartirlo y, en una mirada apasionada, cortejar lo más profundo de nuestro ser.
Preferimos mayoritariamente las miradas de soslayo, preocupados de que nos descubran y vean como somos. Pero al final siempre preferimos y nos encanta entregarnos a lo que nos produce placer y a alguien que nos traspasa con la daga de un vistazo, y nos deja la rozadura de un sentimiento en el corazón. Entonces, ni nosotros nos reconocemos, todas las ventanas y puertas se abren de par en par y la raíz del pelo se dilata y se nos llena de electricidad.
La vida, es así, de mágica y actual; nos muestra la posibilidad de serlo todo, cuando creemos que no somos nada. La nada siempre fue el principio para que ocurriera todo lo que luego es una historia permanente y hermosa, que se guarda en el baúl de las evocaciones que dan sentido a nuestras vidas. Cada día puede ser el mejor de todos pero hay que salir de la rutina y el narcótico mediático que paraliza, tantas horas como hipnotizados.
Esteban Burgos
Esteban Burgos

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