miércoles, 3 de febrero de 2010

Escapada a la Republica Dominicana






Hemos salido del Hotel Bávaro Princess, en un autobús con un guía muy agradable, locuaz, lleno de natural desparpajo y sinceridad, “Camilo”, camino a nuestra aventura “Jet Set Caribe”. Vamos atravesando poblaciones, los pueblos y aldeas, hacia el río Chavón, dónde ha de comenzar la correría y la apuesta. El Chavón, es un río descubierto e instalado en la historia del cine por algunas secuencias que sirvió de escenario en el rodaje de “Apocalipsis Now”. Su mejor vista se obtiene desde la villa “La Romana” en los Altos del Chavón.
Una de las ciudades que hemos visitado en nuestro recorrido turístico por la República Dominicana ha sido Higüey, una ciudad importante núcleo urbano con más de 120.000 habitantes. En la ciudad podemos encontrar numerosos establecimientos y todo tipo de viviendas, como en todas las ciudades de por aquí, todo amontonado y a medio hacer. Las casas más importantes cubiertas de rejas protectoras y alambradas de espinos para la protección de los cacos. Como nos dice el guía fuertemente decoradas de rejas, junto a las más humildes totalmente desprovistas de toda protección y decoración, les vale con sus paredes desconchadas, a medio terminar… se presupone por que, hasta que llegue el momento. El guía repara en una edificación con un alto muro, coronado de un rollo de alambrada de espino y nos dice: Vds. pensarán que es una prisión ¡pues no! ¡señores… es una Escuela Nacional! pero para evitar ser saqueada o robada, están fuertemente protegidas. Pero volviendo al tema, algo que nos llamó la atención son las pequeñas carnicerías del lugar, en ellas se exponen diversas piezas de carne, costillares, faldas y otras, que han sido curadas con el calor del sol y mucha sal. Se llama carne al sol, la meten en salmuera y así puede durar unos días hasta su venta. Nos dice que hay un dicho, ya conocido: Lo que no mata engorda… ¡aquí estamos nos hemos acostumbrado a ello! Se puede ver carne fresca y al lado carne conservada de esta peculiar manera. Cuando la carne fresca obtenida de la matanza del día no se vende, pasa a ser salada y curada, este tipo de carne requiere ser lavada para quitarle la sal y luego se procede al guisado o cocido y el sabor nada tiene que ver con la carne fresca. Por suerte está prohibido servir esta carne en los hoteles que sí está inspeccionada y obligada a ser sometida a refrigeración.
Pero se intuye, la verdad, que las medidas higiénicas relucen por su ausencia y para quien no está acostumbrado, la carne en cuestión, puede ser desagradable e inaceptable tanto por su aspecto como por el sabor. La falta de medios obliga a conservar de este modo la carne, especialmente para los colectivos más desfavorecidos del país que no disponen de una nevera donde poder conservar los alimentos. Tampoco disponen de agua potable en todo el país y nos advierten que si bebemos agua del grifo o, la llave, nos sucederá lo que ellos llaman la devastación total, con enormes diarreas y una gastroenteritis exterminadora. Así, se ve en las azoteas y tejados de las casas ricas unos depósitos negros o blancos, de plástico duro para almacenar agua que ellos mismos filtran y traen de sus pozos o conducciones de arroyos o ríos. Los pobres han de comprar el agua entre a medio dólar o dólar y medio el galón, que equivale aproximadamente a 4 litros. Lo que es carísimo para su poder adquisitivo. Mientras, insiste el guía, aquí solo existe dos clases de personas los ricos e inmensamente ricos y los pobres, cada vez más pobres. Pero ya veis las casas de los ricos están justamente al lado de las de los pobres, los unos con varios coches de lujo… hasta cuatro, a veces. Los otros apenas tienen puertas y ventanas con cristales.
Al final llegamos a un lugar al margen de río Chavón, la ribera nos sirve de muelle y por unas escaleras subimos al barco de río, que llaman del Misisipi, autopropulsado por una turbina de aletas como esos famosos americanos. Nos sirven un variado desayuno en las cubiertas superior e inferior en un día soleado a más de 30ºC y la belleza nos va captando y las expresiones de admiración surgen entre los 54 privilegiados que hemos emprendido la aventura. Vamos bajando sometidos al relajado entusiasmo de la belleza que emana del descenso por el río, llega el momento que en los altos divisamos la antigua villa romana, nos dicen que la aldea medieval La Romana da nombre a un lujoso lugar vacacional y vemos sus altos y espectaculares miradores que dejamos para otra aventura. Llegamos a un lugar del río y nos cambiamos a un lujoso catamarán dónde se nos ofrece todo tipo de licores, refrescos, tónicos y aperitivos para visitar la isla Saona, con unas piscinas naturales de aguas cálidas turquesas propiciadas por bancos de arenas, sin olas, dónde algunos divisaron expectantes las estrellas de mar prometidas… yo, estaba más preocupado del disfrute de mi acompañante y el juego en el agua. Luego seguiríamos disfrutando de un delicioso buffet dónde la langosta era la reina de la ocasión, en el momento menos oportuno la lluvia, nos hizo sentir, la naturaleza y su afán principal acompañante. Luego con unas lanchas rápidas en competencia por superar la velocidad, la emoción y competencia llegamos a una playa privada típica Caribeña Palmilla, con las camas y anti-mosquiteras para descansar y gozar de la tranquilidad de esos lugares elegidos y mimados por la soledad.
Luego, a la vuelta, al catamarán de lujo, surgen unas conversaciones y bromas entre los tripulantes que no pueden ser más afines a nuestra diversión y pullas. Alguna de las chicas turistas que ha bebido demasiado y se nota su momento de divertimento llega a decir: Pónmelo mi negro, vamos mi negro da gustito… los bailes no han parado sobre todo en el espacioso catamarán y música local. Alguien dice, por el capitán, este es haitiano a lo que responde, lo siento pero las leyes dicen que todo el que nace en suelo de La Republica Dominicana, es dominicano. Yo soy dominicano, y, bien orgulloso estoy de mis abuelos, ellos nunca hablaron otro idioma que no fuera el Creole, criollo haitiano, hablado en Haití por afrohaitianos en toda la zona del Caribe, mi abuela, dice, nunca hablo español, ni tampoco francés. El Creole, está estructuralmente basado en el francés, pero mezclado con lenguas del África Occidental, como el wolof y algunas lenguas gbe. Pero cuando reconstruyan Haití, voy a ir a solicitar mi segundo pasaporte, entre risas y un poco de presunción por su parte multirracial. Su aspecto era mulato y ya creí suficientemente densa la conversación como para añadirle más cuestionarios originarios. Una cosa comprendí, la gente humilde, la gente pobre y muy pobre acepta sus situaciones de una forma distendida y sincera. Un viejo, me dijo otro día, el es jardinero y, en una sombra de unas palmeras me descolgó un coco, que me abrió para que yo bebiera su agua sin ninguna transacción económica. La bebí a gusto y feliz de nuestra camaradería. De los pobres nadie se acuerda y a nadie les interesamos, yo asentí. Si es verdad, siempre nos interesan más los ricos porque lo tienen todo y nos deslumbran con su lujo y posesiones o por miedo a que nos exploten más aún y nos hagan más pobres.
Hablamos de muchas cosas que seguiré contando y me despedí con un apretón de manos y una enorme sonrisa cómplice, el se llamaba “Mahito”. Pensé en darle algunos dólares pero no lo creí oportuno… no quería romper ese momento mágico de aproximación y volver a las diferencias. Nos miramos y nos despedimos unas cuantas veces. Luego lo hablé con mi compañera y me recomendó que hiciera algo por él. La gente del lugar me dijo dónde le encontraría y le encontré. Sí, volví, le di unos dólares, les recogió entre humilde y silencioso con mucha timidez pero lo creí necesario, no intercambiamos palabras pero nuestras miradas lo decían todo. Un ser humano es un ser humano y no hay riqueza que compre esa mirada sencilla y sincera… aunque nuestras mentes piensen muchas cosas. Esto y otras muchas cosas más me han sucedido en estos días.

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