Leyendo el trabajo de Jesús Ángel Redondo, en Espacio, Tiempo y Forma, Revista de la Facultad de Geografía e Historia Contemporánea, me dispuse a contextualizar su trabajo y traer aquí como reflejo de una época, de como nuestro pueblo supo alinearse con la protesta y la propuesta a pesar de su condición intolerable y muy precaria rayando la miseria humana.
Tierra
de Campos, es la comarca en la que estamos situados los becillanos. Ésta región,
era eminentemente rural y se extiende por las provincias de Zamora, Valladolid,
Palencia y León. Su economía en el siglo XVIII tenía un desarrollo claramente agrícola
que en su progreso hacia el capitalismo, derivó hacia una especialización en el
cultivo cerealista.
Como
estaba constituida la estructura socioeconómica, en la Tierra de Campos de la llanura
castellanoleonesa, el sector social predominante a principios del siglo XX era
el de pequeños propietarios, cuyas condiciones de vida rozaba con la misma miseria.
Por ello, para mantener los niveles de subsistencia familiares, a menudo combinaban
la explotación de sus escasas propiedades con el arrendamiento de tierras ajenas
e, incluso, trabajaban a jornal durante épocas de gran demanda de trabajo, como
la recolección. También trabajaban a jornal y bajo el condicionante con sus patronos
que se recogieran al mismo tiempo sus mínimas pertenencias o participaciones,
ya en alquiler o en la situación de aparcería.
A
pesar de todo, la Tierra de Campos se diferenció del resto de la Castilla cerealista
por tener un importante número de jornaleros, con porcentajes del 40%. La
situación de éstos era todavía más precaria, ya que sus salarios eran bajos e irregulares,
dependientes de la demanda de trabajo, tanto estacional, según a las exigencias
laborales de cada período del año; como la anual, siempre condicionada por la
necesidad de trabajo impuesta por la dimensión de la cosecha. Así que lógicamente
había una tensión social grave y unas necesidades apremiantes por lo que
llegaron a ocurrir protestas y alteraciones con la situación reinante.
Así
que ocurrió el 6 de marzo, en Medina de Rioseco (Valladolid) comenzaba una
huelga que se iba a desarrollar dentro de los parámetros de las acciones de
protesta moderna y organizada. Los obreros riosecanos exigieron ese día que se
les aumentara el jornal hasta 15 pesetas por semana, a lo cual los patronos se
negaron, por lo que los primeros se declararon en huelga. Ésta se desarrolló
durante 28 días, celebrándose diversas reuniones entre las partes litigantes hasta
llegar a un acuerdo que establecía que la retribución semanal fuese de 12’25
pesetas en el otoño y la primavera, y de 11 en el invierno, estableciendo la
soldada estival entre 140 y 175 pesetas, dependiendo del rendimiento de la cosecha.
Además se acordó que durante el invierno los patronos contratasen a un obrero
por cada par de mulas
A pesar de lo duradero del conflicto «se comenta
la noble actitud de los huelguistas, que ni un instante han perdido su proceder
prudente y comedido»
Paralelamente
a los hechos desarrollados en Medina de Rioseco, se produje-ron huelgas en
otras localidades vallisoletanas de Tierra de Campos.
El
Socialista dio la noticia de las de Becilla de Valderaduey, Urones de
Castroponce, Santervás deCampos y Villalón de Campos, donde los obreros pararon
durante siete días reclamando un aumento de jornal de 2 pesetas en abril y
marzo, y 2’50 pesetas en mayo y junio
Por su parte, la prensa provincial nos informa
del paro llevado a cabo en Villabrágima entre el 21 y el 23 de marzo, y donde los
mismos patronos han reconocido la discreción y prudencia con que han obrado los
trabajadores.
En
ninguno de estos conflictos laborales se tiene noticia de amotinamientos, ni
disturbios. En abril y mayo siguieron promoviéndose huelgas en diversas
localidades terracampinas como Becilla de Valderaduey, donde los obreros que
construían la carretera a Villavicencio reclamaron un aumento de 25 céntimos;
Sahagún de Campos (León); Melgar de Arriba (Valladolid), por el despido de
varios obreros; y Ceinos de Campos (Valladolid), donde los huelguistas
reclamaron un real más en su salario.
Pero
incluso en esta primavera se dio un paso adelante en el avance hacia la definición
de una forma de protesta moderna, superándose la organización local para
desarrollar una protesta a nivel comarcal. Se celebraron congresos regionales de
sociedades de obreros agrícolas. El primero de estos actos fue iniciativa de la
Sociedad Obrera de Villalpando y tuvo lugar el 24 de abril. A él acudieron
sociedades de obreros agrícolas de diversos puntos del partido judicial:
Villárdiga, Tapioles, Villamayor de Campos, Cañizo, Revellinos, Villalobos,
Castroverde de Campos, Sanzoles, Villanueva de Campeán y Villar de Fallaves;
además de representantes de la Sociedad de hortelanos y metalúrgicos de Zamora,
en nombre de la Federación Obrera Provincial.
Esta
asamblea tuvo su eco en las sociedades obreras de Tierra de Campos
vallisoletana, las cuales celebraron su propio Congreso en Becilla de
Valderaduey el 5 de junio.
Los
acuerdos tomados en dichas reuniones tuvieron como base la futura negociación
de los jornales a percibir durante las labores de recolección, tanto el aspecto
monetario como el de la manutención.
En
definitiva, salvo algunos hechos aislados durante la primavera de 1904 la conflictividad
de la comarca se torna pacífica y, lo que fue más importante, de cara a los
previsibles conflictos entre patronos y obreros agrícolas del comienzo de la siega,
los obreros terracampinos desarrollaron una labor reivindicativa organizada, la
cual era totalmente novedosa, sobre todo si la comparamos con las manifestaciones
conflictivas de principio de año.
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