Cierro
los ojos, puedo sentir que en el viento cálido de esta tarde otoñal llegan
aromas de momentos vividos, de lugares y
personas que he conocido.
Me
siento arrastrado por la atracción y el remolino que parecen motivar la memoria
de aquellos días pasados en Becilla, en Alicante, Alcoy.
Siento,
claramente, que la existencia real de un hombre es la alegría y el entusiasmo, el
encontrarse con uno mismo. Aunque nuestro espíritu, que por mucho que tratemos
de profundizar nunca podremos comprender, sí podemos sentir su delicadeza y
fascinación por encontrarse en armonía, por eso siempre buscaremos atraer esa concordancia con lo que nos rodea…, pero sobre
todo con nosotros mismos.
No
quiero ir esparciendo todas las preguntas que nos podemos hacer. Estas, como los
artilugios pelosos que llevan las semillas del cardo mariano o, el diente de
león, que el viento desperdigará buscando un terreno propicio para su
germinación; las preguntas llevan su enredo y nos llegarán a miles retardando
la realidad y el momento actual.
Lo
que sentimos, lo que anhelamos y hacemos de corazón es lo que más nos acerca a
nosotros mismos. Cuando las preguntas interfieren en ello acabamos confusos y
sumidos en una gran dualidad y duda. Sin acertar a separar unos de los otros.
La
realidad que nosotros consideramos es evolutiva, tan creativa que
constantemente parece evolucionar y cambiar, pero eso solamente es ante
nuestras apreciaciones limitadas, temporales y emocionales. Pero la verdad o,
la realidad, si lo es, ha de ser constante e inalterable.
Cuando
digo estas cosas me parecen acertadas, cuando las vuelvo a leer solo se que es un
destello instantáneo locuaz y bienhablado. Me fío de lo que siento y me motivan
tanto los seres humanos, animales y las cosas. Si me equivoco…, siempre queda
ese gusto amable y plácido de una emoción que me hizo alcanzar una ilusión
bonita y la posibilidad de abrir esa ventana al entusiasmo.
La
vida se vive en un instante, instante a instante y deja una huella de cada momento
de alegría o de tristeza y el tiempo es ese buen amigo, ese aliado, que lo pone
todo en su sitio.
Lo
que merece la pena perdura y lo que nunca tuvo sentido desaparece como algo que
nunca existió o un lejano espejismo. Hay instantes que nunca olvidaremos, del
todo, porque te han traído algo significativo e importante, se quedan ahí,
habitando en nuestra memoria como “ocupas”.
A
veces la suma de muchos de esos momentos dicen algo sobre nosotros, marcamos
tendencia y decimos: Soy así, de esta u otra manera.
La
vida sobre este Planeta Tierra, es algo extraordinario e insólito, hay tanto
por lo que asombrarse y tanto por lo que admirarse que no acabaríamos de
relatarlo. Los que nunca sintieron algo así, que les hiciera sentirse
especiales, geniales y únicos es porque se creyeron completamente encajados en
su tragedia humana, su destinación y nadie, ni nada, les conmovió.
Vivimos
en un Sistema Cósmico, en que todo se sostiene por una energía que no vemos,
aunque sabemos que existe e incluso utilizamos. Todo está ahí sostenido por ese
poder invisible, en un Universo inconmensurable que se extiende más allá de
nuestra comprensión y sin embargo aquí estamos creyéndonos tantas cosas inoperantes
y banales. Pero esa fuerza o energía real no falta a su compromiso y hace que
todo funcione, según ha sido elaborado o creado, por eso este Mundo se sujeta y
sigue girando a pesar de nosotros…, en su Espacio ilimitado.
Cuando
una persona siente, ama, se emociona y se le eriza la piel, crea un acontecimiento
que colma las mayor de las expectativas y hace real el más permanente de todos
las prodigios. Cuando una flor es polinizada y esa flor se va transformando en
un fruto, se materializa, a cumplido el mayor de los milagros, la vida se ha desarrollado…
para ser disfrutada. Así también somos las personas, somos lo que importa de esa magia y ese entusiasmo
por encontrarse, darse y alegrarse de ello.
Las
personas sienten afecto, comprenden las ganas de vivir y sienten, olvidándose
del vacío y el miedo a caer en los culpabilidades.
Los
hombres pusimos muchas reglas y nos gobernamos con ellas por miedo a la verdad,
por no aceptar lo que cada persona es, necesita y siente, sino lo que pensamos
que es o debería ser. El mundo sin nuestra visión y nuestro aprecio ¿Qué valor
tendría? Sería como millones de otros astros en el amplio Cosmos que tratamos
de descubrir sin el sentimiento humano, sin el calificativo que regalamos de un
Mundo maravilloso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario