jueves, 18 de octubre de 2012

Tarde de Otoño

 
Cierro los ojos, puedo sentir que en el viento cálido de esta tarde otoñal llegan aromas de momentos vividos,  de lugares y personas que he conocido.
Me siento arrastrado por la atracción y el remolino que parecen motivar la memoria de aquellos días pasados en Becilla, en Alicante, Alcoy.
Siento, claramente, que la existencia real de un hombre es la alegría y el entusiasmo, el encontrarse con uno mismo. Aunque nuestro espíritu, que por mucho que tratemos de profundizar nunca podremos comprender, sí podemos sentir su delicadeza y fascinación por encontrarse en armonía, por eso siempre buscaremos atraer esa  concordancia con lo que nos rodea…, pero sobre todo con nosotros mismos.
No quiero ir esparciendo todas las preguntas que nos podemos hacer. Estas, como los artilugios pelosos que llevan las semillas del cardo mariano o, el diente de león, que el viento desperdigará buscando un terreno propicio para su germinación; las preguntas llevan su enredo y nos llegarán a miles retardando la realidad y el momento actual.
Lo que sentimos, lo que anhelamos y hacemos de corazón es lo que más nos acerca a nosotros mismos. Cuando las preguntas interfieren en ello acabamos confusos y sumidos en una gran dualidad y duda. Sin acertar a separar unos de los otros.
La realidad que nosotros consideramos es evolutiva, tan creativa que constantemente parece evolucionar y cambiar, pero eso solamente es ante nuestras apreciaciones limitadas, temporales y emocionales. Pero la verdad o, la realidad, si lo es, ha de ser constante e inalterable.
Cuando digo estas cosas me parecen acertadas, cuando las vuelvo a leer solo se que es un destello instantáneo locuaz y bienhablado. Me fío de lo que siento y me motivan tanto los seres humanos, animales y las cosas. Si me equivoco…, siempre queda ese gusto amable y plácido de una emoción que me hizo alcanzar una ilusión bonita y la posibilidad de abrir esa ventana al entusiasmo.
La vida se vive en un instante, instante a instante y deja una huella de cada momento de alegría o de tristeza y el tiempo es ese buen amigo, ese aliado, que lo pone todo en su sitio.
Lo que merece la pena perdura y lo que nunca tuvo sentido desaparece como algo que nunca existió o un lejano espejismo. Hay instantes que nunca olvidaremos, del todo, porque te han traído algo significativo e importante, se quedan ahí, habitando en nuestra memoria como “ocupas”.
A veces la suma de muchos de esos momentos dicen algo sobre nosotros, marcamos tendencia y decimos: Soy así, de esta u otra manera.
La vida sobre este Planeta Tierra, es algo extraordinario e insólito, hay tanto por lo que asombrarse y tanto por lo que admirarse que no acabaríamos de relatarlo. Los que nunca sintieron algo así, que les hiciera sentirse especiales, geniales y únicos es porque se creyeron completamente encajados en su tragedia humana, su destinación y nadie, ni nada, les conmovió.
Vivimos en un Sistema Cósmico, en que todo se sostiene por una energía que no vemos, aunque sabemos que existe e incluso utilizamos. Todo está ahí sostenido por ese poder invisible, en un Universo inconmensurable que se extiende más allá de nuestra comprensión y sin embargo aquí estamos creyéndonos tantas cosas inoperantes y banales. Pero esa fuerza o energía real no falta a su compromiso y hace que todo funcione, según ha sido elaborado o creado, por eso este Mundo se sujeta y sigue girando a pesar de nosotros…, en su Espacio ilimitado.  
Cuando una persona siente, ama, se emociona y se le eriza la piel, crea un acontecimiento que colma las mayor de las expectativas y hace real el más permanente de todos las prodigios. Cuando una flor es polinizada y esa flor se va transformando en un fruto, se materializa, a cumplido el mayor de los milagros, la vida se ha desarrollado… para ser disfrutada. Así también somos las personas, somos  lo que importa de esa magia y ese entusiasmo por encontrarse, darse y alegrarse de ello.
Las personas sienten afecto, comprenden las ganas de vivir y sienten, olvidándose del vacío y el miedo a caer en los culpabilidades.
Los hombres pusimos muchas reglas y nos gobernamos con ellas por miedo a la verdad, por no aceptar lo que cada persona es, necesita y siente, sino lo que pensamos que es o debería ser. El mundo sin nuestra visión y nuestro aprecio ¿Qué valor tendría? Sería como millones de otros astros en el amplio Cosmos que tratamos de descubrir sin el sentimiento humano, sin el calificativo que regalamos de un Mundo maravilloso.


No hay comentarios: