miércoles, 30 de enero de 2013

Noche estrellada

 
Los cielos en Becilla me han atraído a más no poder..., desde siempre. 
Tenemos tantos lugares en los que a la Luz artificial se apodera de nosotros, que ha anulado la capacidad humana de ver los cielos estrellados. Los primeros filósofos nacieron tras mirar las estrellas y enamorarse del cosmos. También los hombres que trabajaron en el campo por la noche miraron las estrellas, vieron su movimiento lo observaron, les hizo pensar y se hicieron algunas preguntas.
Al amanecer en verano, mi padre me hablaba de la alborada camino de los campos, eran las cuatro de la mañana cuando íbamos a arrancar lentejas. Algunas veces, pocas, fui a arrancar lentejas en mi adolescencia, muy a pesar mío.
Me decía, que por las noches haciendo las faenas del campo se orientaban por las estrellas, me señalaba algunas y por su posición sabían las horas, para dosificar el acarreo de las cosechas, que por día trillarían en la Era después de esbalagar.
Por la presencia del cielo sabían cómo se presentaría el tiempo, seco, húmedo, helaría, habría escarcha, relente, etc., según el viento y el tipo de nubes, también el desenlace de la climatología, era vital para poder hacer las faenas apropiadas. Los ciclos de la Luna también eran importantes y los conocían muy bien era una ayuda para trabajar mejor, la Luna de San Agustín, decía, etc., estas cosas eran muy normales de oír y prestar oídos sorprendido de su talento.
La agricultura, era muy artesanal cuando yo era joven y el entorno era vital, alguna vez le veía coger un puñado de tierra, la desmenuzaba con sus dedos, la olía, está amorosa, u otras palabras que indicaba su estado; el hombre y la naturaleza eran aliados y se conocían. Mutuamente se necesitaban, la tierra era la supervivencia, el presente y el futuro, el hombre sin tierra se sentía huérfano y pobre.
Ahora, somos unos olvidados e ignoramos lo poco sabemos de la tierra, la naturaleza y sus ciclos biológicos, su complejidad, con esto es como si rechazáramos un patrimonio y su legado ¿Para qué necesitamos conocer esas cosas? Siento no haber entendido  y participado más de su  competencia y esfuerzos. Hacerle las preguntas que entonces no le hice, ahora se las hago a alguno de mis familiares, a un vecino, ellos saben de alguna de esas cuestiones y me sorprende su conocimiento elemental muy pegado al terreno.
El carro triunfante, La estrellada o las tres Marías y otras constelaciones que conozco, el me hablaba de ellas, le orientaban y le acompañaban. No se puede perder esa comprensión de esas facultades, aunque solo sea por no perder el contacto con la naturaleza que es lo que nos gusta y estar en contacto con ella.
Voy mucho al campo, a ver el cielo, al atardecer cuando el Sol baja. Algunos amaneceres, cuando los rebaños de ovejas y los pastores van a las rastrojeras, voy a ver el alborear y la salida del Sol. El está ahí y creo que me pierdo algo sino voy a menudo a contemplar esos fenómenos atmosféricos o cósmicos de Becilla. Ver el Zorro por los campos de girasoles, la Alondra por los campos y caminos, oír su cántico, ver sus huellas. La perdiz, la codorniz, las avutardas, los grajos  y alguna vez la liebre siempre alertada y veloz. Es una invitación y una propuesta para ver hasta dónde podemos aprender unos de los otros.

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