Cuando uno aprende a apreciar nuestro
Mundo y admirar los atractivos que éste nos proporciona, evidentemente nos aliviamos
de la ramplonería que nos rodea, uno tiene una mirada sensible y dolida a la
Tierra de nuestros mayores y nuestros antepasados.
La decadencia que nos asiste
socioeconómica, nos ha revelado una crisis mayor, que repercute en el ánimo humano,
en las manifestaciones culturales y
sociales, impregnándolo todo de cierto pesimismo, desgana y aflicción.
En estos momentos, creo, que cada uno debe interesarse en realzar lo que vale la pena, tratar de
plantearse lo que nos ciega y obstruye para ver las cosas con cordialidad e intentar resolverlo debidamente desde
nuestra perspectiva individual para que prevalezca lo que nos une e interesa al
conjunto en vez de dar pena, corriente muy actual.
Después de muchos viajes,
aventuras y, otras circunstancias, mi proceso personal me ha traído hasta aquí,
en un acto sencillo, pero significativo. Al exponer sobre la motivación de
hacer la Exposición de “del Valderaduey al Okavango, la vida nos va llevando” a
la Presidenta de las Cortes de Castilla y León, como a todos los asistentes,
me dijo algo que me situó, me dijo algo muy elocuente y preciso, la verdadera
motivación: cuando uno va a un lugar hermoso e interesante y disfruta de ello,
cuando lo comparte para que los demás lo disfruten también, es de agradecer. Me
dijo que la había gustado y la parecía muy interesante.
Así, estos días, con estas cosas
compartidas, tanto en Becilla, como en Santervás, me han impregnado de un afecto
y una perspectiva de mi tierra nueva, diferente y exclusiva. Me indicaba
Santiago Baeza, Alcalde de Santervás, una cita de Juan Ponce de León: si uno
ama la tierra y la cuida, le dará lo necesario para vivir. También, me
insistía: han pasado todas estas efemérides, sobre este ilustre terracampino,
don Juan Ponce de León, pero seguiremos “llamando la atención” para poner en
valor esta Tierra.
Hay una queja endémica por la
situación en que se encuentra el pueblo, como en todos los inmediatos, por su
rotundo estancamiento, desánimo y soledad. Visitando los pueblos cercanos
terracampinos, remontando el río Valderaduey, la desolación y ausencia de los moradores se hace mucho más patente
por una emigración más acusada y una situación más desfavorable en sus escasas vías de
comunicación. Pero, a pesar de todo, hemos de volver a la generosidad entre los
que quedamos, retomar los comportamientos solidarios que favorezcan resolver las
diferencias o situaciones desagradables, para favorecer el compartir las
costumbres propias y una tolerancia que nos ayude a sentirnos bien…, todos. Hemos
de reconocer que el futuro esta en los jóvenes provistos de valores nuevos, preparados
para cambiar la actualidad, en vez de frustrar sus proyectos, ayudarles a que
el pueblo les resulte atractivo, pero a ellos también les obliga la convivencia, respetar unas normas de sociabilidad.
Olvidemos esa Castilla, que gastada,
a Antonio Machado le parecía: “miserable, ayer dominadora, que envuelta en sus
harapos desprecia cuanto ignora. Cuando “Tierra de Campos” era el colmo de tan
triste realidad, por una degradación física y a la vez moral, en que la envidia
motiva toda ofuscación, al valorar las acciones ajenas, sin pausa, sin dar algún plazo
a la exactitud y la comprobación.
Os invito, a contemplar esta
naturaleza terracampina y tantas transformaciones como en ésta se producen en
cada momento del día, en cada cambio de
Estación. Me atrae ver a esos hombres solitarios buscando hongos, que le dan vida
a los barbechos, que viera hace poco. Los pastores, como vigilantes, sumergidos en su entorno, desafiando
el clima y la dureza de tanta monotonía de campos desnudos y terrosos, tan amplios y
llenos de lejanías. Hay tan poca fauna que te
parece ¡Oh, maravilla! alcanzar el río, estar cerca de los olmos y chopos que
lo bordean, escuchar sorprendido el silbido de algún pájaro, ver volar un
cernícalo acuciado por su sustento con su vuelo nervioso sobre el barbecho…, me pregunto ¿vamos
perdiendo el gusto por la vida elemental y natural? tan propia de nuestra
Tierra, alejada de las prisas, urgencias y afanes…, me acuerdo cuando todo ocurría llanamente.
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