Desde que decidiera ir a Becilla
para llevar unas flores a mi padre…, claro, lo he hecho igualmente para mis
abuelos… ¡mis queridos abuelos! Sí, su espíritu ha estado moviéndose cerca y animándome
a su recuerdo pacifico y sereno.
Trato de recordar, avivando algunos
de aquellos momentos compartidos, para
valorar el rastro y resultado que pudieron tener para mí. Creo, que mi padre,
quizá no tuvo porque perderse en un mar de necesidades y deseos decepcionados,
creo que siempre se conformo y acepto su
designio sin otra ambición. A penas tuvo cuatro meses, ante cierta insistencia
de sus padrinos, sus padres María Santamaría y Aurelio Burgos, cedieron; fue aceptado como una donación, un regalo muy
deseado y valioso, ellos no iban a poder tener hijos a pesar de cumplir todos
sus ensayos médicos. Así, mi padre, fue a vivir bajo la custodia de mi tía Mari
Santos Burgos y Esteban Azcona, “de
hecho”, eso es, sin reconocimiento jurídico, por la fuerza de los acontecimientos acordados. Se acordaba y me contaba que en su
infancia que era un niño querido y
tolerado. Su tío Esteban, cada vez que llegaba a casa y le veía con las
botas molidas o rotas, le compraba unas nuevas, diciéndole: ¡anda hijo, hasta
que las rompas! Era algo, que para él
representaba su libertad y tolerancia. En mi caso, era bastante diferente, me
recriminaban que rastrease los zapatos por la calle, por la probabilidad de destrozarles.
Mi padre no
quería que hiciese lo que él hacía, seguramente que la mayoría de los padres
buscaban destinos más favorables, para sus hijos, mi padre llego a
decirme: ¡hijo, no quiero que seas un desgraciado como yo! casi me hería, me
hacían daño esas palabras. Pero no nos equivoquemos, era uno de esos muchos
labradores terracampinos esforzados, aunque no lo fueran todos, él era uno de
esos que les gustaba las cosas bien hechas, unos seres humanos que han
trabajado con tesón y esperanza la Tierra para mantener una forma de vida que
hoy les da gloria y orgullo a cada uno de nosotros, aparte de sus beneficios.
Retomando lo que dijera don Juan Ponce de León, tan actual en estos días: si
uno ama su Tierra y la trata con cariño, de dará lo suficiente para vivir de
ella. Le veía, y me daba cuenta, era un
hombre de una planta, dentro de su fragilidad física pues era bajo y enjuto, pero
con mucha dignidad cierta, honesto y amante de la calma y su familia..., pero estaba
claro, que eso no era suficiente para ofrecer a una familia o los hijos, quería
para nosotros algo mejor…, eso lo consiguió. En cantidad de oportunidades pude
comprobar que era un hombre consecuente con lo que era, respetaba a las
personas y veía esa misma dignidad y derechos en todas ellas. Un día me
encontré con un señor entonces, de Becilla de Valderaduey que yo conocía lo
justo, más bien poco, pero lo suficiente, conoció a mi padre de mozalbete por
la fácil relación con su familia, era Danielín Escudero, nos saludamos y
hablando, le salió un comentario espontáneo: ¡qué buena persona era tu padre! Se
acordaba de mi padre, me quede sorprendido ¡tanto! que no tuve una respuesta y
un comentario de agradecimiento…, me salió una mueca nerviosa de perplejidad.
Es cierto, era la humildad y la sencillez incorporadas, la resistencia
obstinada y la sobriedad forjaron como aliadas para perdurar en esta Tierra
fuerte y dura, ceñida de desdichas y exigencias.
El, amaba el
campo con todo que le acompañaba y favorecía. La naturaleza era su aliada y
constantemente la observaba…, como un hijo observa a una madre que le sostiene
y alimenta. Recuerdo como muchas noches, cuando yo andaba por casa, en el
pueblo, antes de irse a dormir, abría la puerta y salía a la calle, observaba
el cielo y distinguía si hacia viento, y
como testigo de la impresión térmica, solía señalar su predicción o presagio del clima, satisfecho
de su vínculo. Muchas otras veces me hablaba de las estrellas, los efectos
luminosos del alba y su interpretación de las nubes por sus formas. Cogía la
tierra, y percibía, en su mano fuerte, apretada y callosa de hombre trabajador,
la naturaleza de su acervo y pertenencia. Cuando uno tiene esa sinceridad, esa apreciación
y atención, con todo lo que le rodea lo encuentras propio y cercano, todo se ve
posible, con esa curiosidad insaciable que te mantiene en constante actualidad
con tu espacio y territorio, era así, un lugareño de su enclave. Desde estos tiempos que vivimos, trato de valorar
esto, de sopesarlo y repaso con gratitud las pocas veces que vi su sonrisa
satisfecha y su gesto con optimismo que les tuvo, claro. Entonces, era cuando
removía con la mano su boina gastada sobre su cabeza de la que nunca se
desprendía. Cuando se trasladó a Valladolid, a la ciudad, el llevaba esa otra
gorra nueva de un negro compacto y mas adecuadamente ancha que estiraba a modo
de visera.
Recorrió
todos los caminos de la Comarca, igual iba a Villalón, Rioseco, Valderas que a
Tordesillas y quizá a algunos sitios más, a los Mercados para vender la cebada
y puede que otras simientes; después de una noche de acarreo por caminos de
carro y reata de mulas dóciles y convenidas a su esfuerzo, llegaban. Hablaba de
“las posadas”, como su reposo necesario, bien merecido y requerido, como una
gloria, así del besugo o el cuarto de lechazo asados, que se comía de una
sentada, para reponerse de su denuedo en lo andado. Nunca le oí hablar de
esfuerzo y calamidades, tenía su cometido y a él se empleaba con toda su
naturaleza y todos los sentidos. Mi tío Esteban le mando a los frailes, para
que obtuviera una educación elemental y allí estuvo, por poco tiempo. Porque
descubrieron su falta de vocación y las intenciones de la casa, como único
hombre, que habría de hacerse cargo de las futuras tareas. A los catorce años
empezó con las labores del campo y para que hiciera de ello costumbre, dormía
con el otro obrero en la pajera, así fue, hasta que llegara el día de su
emancipación.
Era un hombre
bueno y ecuánime, pero he de revelaros que él y yo nunca coincidíamos en
carácter y menos en las intenciones. Nunca pudimos encontrarnos en esa palabra
que siempre esperábamos y nos pedíamos, a pesar del intento constante:
tolerancia. El pretendía que fuera, eso decía yo, como las mulas, sumisas y
dispuestas a su ordenanza. Pues… ¡no! puedo decir, que yo era todo lo
contrario: descarado, bastante impreciso… ¡no sabía lo que quería! puede que no
consiguiera lo que deseaba y caía, mostrándome así, aunque, siempre pretendía
hacer lo que me gustaba, lo otro estaba siempre lejos de mis intenciones y sin
reparo alguno lo manifestaba, esto tenía, cuando sucedía, su infortunio y
convulsión familiar. Creo, que mi padre, conmigo, pudo sentir y comprender lo
que era la paciencia extrema y la entrega con un hijo… ¡éramos tan desiguales!
Pero lo cierto, entonces, nunca supe que era lo que deseaba, me gustaba realmente
y como encontrarlo. No pensaba que estudiar era un fin en sí mismo, que acabar
una carrera y trabajar era suficiente. Por eso muchas veces discutíamos ¿Con
razón? ¿… sin ella? Solo encontré y pude mostrar mi rebeldía y la lleve a cabo
con todas las consecuencias. Eso, a un padre, le destroza el corazón y le rompe
todos sus sueños…, dado lo que ocurre ahora, puede atenuarme el pecado, algo, que no tuve
nunca, adicciones caras y desquiciantes. A pesar de todo, el siempre pretendió que
acabara mis estudios, no me puso ningún límite, si hubo alguno, eran los míos. Insistía
que encontrara con su apoyo alguna otra salida. No sé porque designios o
fuerzas del destino, nunca pude complacerle y un día emprendí en solitario mi
camino…, lleno de bifurcaciones y novedades ¿hay camino? El poeta dice: Caminante,
no hay camino se hace camino al andar. Al andar se hace camino y al volver la
vista atrás, se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar.
Mi padre
siempre decía: no hay mejor palabra que la por decir. ¡Tenía mucha razón! ahora
lo sé, es muy difícil juntar lo que
piensas con lo que sientes. Eso es lo que prácticamente me ha llevado toda la
vida, poner cada cosa en su sitio; tener solo una prioridad, que lo que sientes
sea lo que dices moderado por el tacto y la elegancia, si puede ser. No una
frase airada o desvariada, como una bala perdida que a alguno ha de tocar su
contratiempo y perjuicio, sin reparo.
Es verdad que
empecé a comprender a mi padre, cuando me ha faltado, y las cosas han llegado a
su sitio, dónde lo que sientes, lo sientes de verdad y, hay una relación
sincera llena de afecto. El respeto que no le pude ofrecer en los muchos
momentos de la vida que compartimos, he tratado de compensarlas a través de sus
mensajes, las gentes que el admiraba y quería…, cuando vuelvo al campo disfruto
cada rincón que conocí con él y me acuerdo de sus nombres y lo que hacíamos,
puede que sentados a la sombra del carro, o en una fuente con las caballerías,
o recorriendo esos caminos para ver como crecían los sembrados, mirando el
cielo, o esas nubes, la silueta diminuta
de esas mariposas blancas, que revoloteando me rodeaban y él, un día, me dijo,
que me traerían buenas noticias y al llegar a casa era verdad y allí estaban,
las buenas noticias de entonces la persona que quería, envueltas en papel rosa
y sobre terroso.
Tuvo unos
amigos que siempre les mantuvo presentes y les veneraba de verdad a uno de
ellos que perdió en la guerra, siempre que podía le recordaba y me hablaba de
él y sus circunstancias, Gilberto, quizá, por eso, más recordado; su amigo
inseparable de niñez y juventud, Pedrin Burgos y Paquito, Francisco Escudero,
que fuera a Málaga a ejercer la medicina, se cruzaron algunas cartas y en sus
esporádicas visitas familiares, en casa de Augencio, eran un revulsivo; pero
como el verano era muy adsorbente nunca pudo disfrutar de un encuentro justo.
Siempre tuvo un trato especial con Demetrio Escudero, vecinos en la calle
derecha, dónde viviera de niño con mi tío Esteban, junto a Daniel igualmente,
Ángel Villagra, primo, pero a la vez amigo. Seguro que me olvido a otros y lo
siento, no de Ángel “Libí” compañeros de soltería y hasta el fin de sus días
como si fueran familiares, se veían cada miércoles y de paso le afeitara y le
pasaba el reportaje taurino, sobre todo del “Viti”. Pero para él, como ellos,
igualmente, hubo algo como prioridad, fueron siempre los hermanos, y así
siempre nos hemos relacionado. Los Hermanos Burgos eran una piña y una tribu, en
el mejor sentido de la palabra; tendrían sus diferencias y situaciones
complejas, pero sobre todo estaban unidos para cualquier eventualidad. Les
quiero nombrar y como todos están en el más allá concitarles en este día al
recuerdo y evocación: La madre, María Santamaría; el padre, Aurelio
Burgos; hermanos, por el mayor: Esteban, Avencio, Félix, Hilario, Juan, Julián,
Venancio y Maruja.
Mi padre era
un hombre sentido, que tenía un afecto exagerado con toda esta gente que he ido
mencionando y otros muchos, que no lo he aludido, por no ser abundante, y reconozco
en ello su herencia, me siento así, igualmente. Con esto, quiero recordar a
todos nuestros fallecidos y, evocarles en el día de “Todos los Santos”, en esta
Tierra de Campos no hay solo esa imagen extensa de campos amarillos desgastados
y polvorientos, tierras que parecen desamparadas que desazonan al viajero por
su sequedad y uniformidad. En ella hay algo que tiene que ver con la mirada del
morador de esta comarca sedienta y abrasada por el Sol y las escarchas de las
heladas persistentes, también su espíritu que mora en todas las anécdotas y
afectos encarnados en nosotros.
3 comentarios:
Retrato muy acertado de lo que da esta tierra, con sus barbechos y sus sembrados. No todo es paja y grano.También forja a sus gentes, con sus claros y sus penumbras (tal vez como en todas las partes).
Enhorabuena, Esteban. Tu historia es la de muchos que solo con el tiempo.... Tu padre, hoy desde donde esté, seguro se siente muy orgulloso de ti.
El 4-11-2.013, con toda la sinceridad que este blog inspiraba, retraté en contestación a tu escrito (contestando como anónimo) lo que eran esas gentes que habitaban tierra de campos.Becilla.Claros y penumbras. Pensaba que en este foro el paso del tiempo procuraba que los claros derribaran a las penumbras. Que las gentes que vagaban entre los adobes hace años, y se movían, entre penumbras hubieran quedado apartadas o se marginaran ellas mismas, sin hacer nada por cambiar aquella tierra que no les gustaba, que incluso aborrecían. Que en este foro la claridad y la evolución triunfarían. Ahora no lo tengo tan claro. ¿Qué ha pasado. Porqué esta huida? Repasando con calma todo el historial de esta página no parecía posible este final. Y más si nos ceñimos a sus principios.
Creo que la lucha contra el camino y el polvo ha sido muy corta y lo que es peor, esteril.
Esteban. Este inesperado final ha convertido un relato de costumbres, en una trama misteriosa e inacabada, a capricho de los guionistas, que tal vez tienen más de su pasado, de lo que ellos mismos imaginan.
Un saludo y hasta siempre-
Amigo anónimo, te agradezco el seguimiento y que te hayas tomado un tiempo para tu comentario.
Ahora, quiero comentarte, no como una réplica, sino como una forma de compartir algo que te me hace situar en una aclaración de un misterio o trama, un poco exagerado creo yo. Es innegable que algunas cosas desgastan cuando se pierde la intensidad y el aliciente, aunque sea temporalmente, si hay otras que te atraen con mayor ilusión y la superior necesidad te obliga..., así son las cosas. Voy a poner mucho tiempo y energía durante unos meses en promocionar una “Conferencia sobre La Paz” con un equipo apropiado. Espero poder poner mi conocimiento en el movimiento de las Redes Sociales para comunicar esta necesidad existente, al menos para mí, de conocerse uno mismo y mejorar nuestra necesidad de ser parte de las soluciones y la Paz.
¡Ojalá! llegue el día y pueda echar un vistazo a nuestra Tierra de nuevo, que sea de una forma renovada y sencilla, sin pretensiones, como fuera desde el principio, de apropiarme de nada. Ahora otros continúan y seguro que harán lo necesario para resaltar, entre todo ese polvo del camino, el escenario que muestra nuestra subsistencia, que necesita participación para activar un municipio muy avejentado y con pocos medios. El grupo de entusiastas jóvenes participarán con actividades si así lo quieren… ¡la nobleza obliga!¡las evasivas separan y apagan.
Me gusta y agradezco tu interés..., anónimo.
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