miércoles, 30 de octubre de 2013

Sobre mi padre

 

Desde que decidiera ir a Becilla para llevar unas flores a mi padre…, claro, lo he hecho igualmente para mis abuelos… ¡mis queridos abuelos! Sí, su espíritu ha estado moviéndose cerca y animándome a su recuerdo pacifico y sereno.
Trato de recordar, avivando algunos de aquellos momentos compartidos, para valorar el rastro y resultado que pudieron tener para mí. Creo, que mi padre, quizá no tuvo porque perderse en un mar de necesidades y deseos decepcionados, creo  que siempre se conformo y acepto su designio sin otra ambición. A penas tuvo cuatro meses, ante cierta insistencia de sus padrinos, sus padres María Santamaría y Aurelio Burgos, cedieron;  fue aceptado como una donación, un regalo muy deseado y valioso, ellos no iban a poder tener hijos a pesar de cumplir todos sus ensayos médicos. Así, mi padre, fue a vivir bajo la custodia de mi tía Mari Santos Burgos y Esteban Azcona,  “de hecho”, eso es, sin reconocimiento jurídico, por la fuerza de los acontecimientos  acordados. Se acordaba y me contaba que en su infancia que era un niño querido y  tolerado. Su tío Esteban, cada vez que llegaba a casa y le veía con las botas molidas o rotas, le compraba unas nuevas, diciéndole: ¡anda hijo, hasta que las rompas!  Era algo, que para él representaba su libertad y tolerancia. En mi caso, era bastante diferente, me recriminaban que rastrease los zapatos por la calle, por la probabilidad de destrozarles.  
Mi padre no quería que hiciese lo que él hacía, seguramente que la mayoría de los padres buscaban destinos más favorables, para sus hijos, mi padre llego a decirme: ¡hijo, no quiero que seas un desgraciado como yo! casi me hería, me hacían daño esas palabras. Pero no nos equivoquemos, era uno de esos muchos labradores terracampinos esforzados, aunque no lo fueran todos, él era uno de esos que les gustaba las cosas bien hechas, unos seres humanos que han trabajado con tesón y esperanza la Tierra para mantener una forma de vida que hoy les da gloria y orgullo a cada uno de nosotros, aparte de sus beneficios. Retomando lo que dijera don Juan Ponce de León, tan actual en estos días: si uno ama su Tierra y la trata con cariño, de dará lo suficiente para vivir de ella. Le  veía, y me daba cuenta, era un hombre de una planta, dentro de su fragilidad física pues era bajo y enjuto, pero con mucha dignidad cierta, honesto y amante de la calma y su familia..., pero estaba claro, que eso no era suficiente para ofrecer a una familia o los hijos, quería para nosotros algo mejor…, eso lo consiguió. En cantidad de oportunidades pude comprobar que era un hombre consecuente con lo que era, respetaba a las personas y veía esa misma dignidad y derechos en todas ellas. Un día me encontré con un señor entonces, de Becilla de Valderaduey que yo conocía lo justo, más bien poco, pero lo suficiente, conoció a mi padre de mozalbete por la fácil relación con su familia, era Danielín Escudero, nos saludamos y hablando, le salió un comentario espontáneo: ¡qué buena persona era tu padre! Se acordaba de mi padre, me quede sorprendido ¡tanto! que no tuve una respuesta y un comentario de agradecimiento…, me salió una mueca nerviosa de perplejidad. Es cierto, era la humildad y la sencillez incorporadas, la resistencia obstinada y la sobriedad forjaron como aliadas para perdurar en esta Tierra fuerte y dura, ceñida de desdichas y exigencias.
El, amaba el campo con todo que le acompañaba y favorecía. La naturaleza era su aliada y constantemente la observaba…, como un hijo observa a una madre que le sostiene y alimenta. Recuerdo como muchas noches, cuando yo andaba por casa, en el pueblo, antes de irse a dormir, abría la puerta y salía a la calle, observaba el cielo y distinguía si hacia viento,  y como testigo de la impresión térmica, solía señalar su  predicción o presagio del clima, satisfecho de su vínculo. Muchas otras veces me hablaba de las estrellas, los efectos luminosos del alba y su interpretación de las nubes por sus formas. Cogía la tierra, y percibía, en su mano fuerte, apretada y callosa de hombre trabajador, la naturaleza de su acervo y pertenencia. Cuando uno tiene esa sinceridad, esa apreciación y atención, con todo lo que le rodea lo encuentras propio y cercano, todo se ve posible, con esa curiosidad insaciable que te mantiene en constante actualidad con tu espacio y territorio, era así, un lugareño de su enclave. Desde estos tiempos que vivimos, trato de valorar esto, de sopesarlo y repaso con gratitud las pocas veces que vi su sonrisa satisfecha y su gesto con optimismo que les tuvo, claro. Entonces, era cuando removía con la mano su boina gastada sobre su cabeza de la que nunca se desprendía. Cuando se trasladó a Valladolid, a la ciudad, el llevaba esa otra gorra nueva de un negro compacto y mas adecuadamente ancha que estiraba a modo de visera.
Recorrió todos los caminos de la Comarca, igual iba a Villalón, Rioseco, Valderas que a Tordesillas y quizá a algunos sitios más, a los Mercados para vender la cebada y puede que otras simientes; después de una noche de acarreo por caminos de carro y reata de mulas dóciles y convenidas a su esfuerzo, llegaban. Hablaba de “las posadas”, como su reposo necesario, bien merecido y requerido, como una gloria, así del besugo o el cuarto de lechazo asados, que se comía de una sentada, para reponerse de su denuedo en lo andado. Nunca le oí hablar de esfuerzo y calamidades, tenía su cometido y a él se empleaba con toda su naturaleza y todos los sentidos. Mi tío Esteban le mando a los frailes, para que obtuviera una educación elemental y allí estuvo, por poco tiempo. Porque descubrieron su falta de vocación y las intenciones de la casa, como único hombre, que habría de hacerse cargo de las futuras tareas. A los catorce años empezó con las labores del campo y para que hiciera de ello costumbre, dormía con el otro obrero en la pajera, así fue, hasta que llegara el día de su emancipación.
Era un hombre bueno y ecuánime, pero he de revelaros que él y yo nunca coincidíamos en carácter y menos en las intenciones. Nunca pudimos encontrarnos en esa palabra que siempre esperábamos y nos pedíamos, a pesar del intento constante: tolerancia. El pretendía que fuera, eso decía yo, como las mulas, sumisas y dispuestas a su ordenanza. Pues… ¡no! puedo decir, que yo era todo lo contrario: descarado, bastante impreciso… ¡no sabía lo que quería! puede que no consiguiera lo que deseaba y caía,  mostrándome así, aunque, siempre pretendía hacer lo que me gustaba, lo otro estaba siempre lejos de mis intenciones y sin reparo alguno lo manifestaba, esto tenía, cuando sucedía, su infortunio y convulsión familiar. Creo, que mi padre, conmigo, pudo sentir y comprender lo que era la paciencia extrema y la entrega con un hijo… ¡éramos tan desiguales! Pero lo cierto, entonces, nunca supe que era lo que deseaba, me gustaba realmente y como encontrarlo. No pensaba que estudiar era un fin en sí mismo, que acabar una carrera y trabajar era suficiente. Por eso muchas veces discutíamos ¿Con razón? ¿… sin ella? Solo encontré y pude mostrar mi rebeldía y la lleve a cabo con todas las consecuencias. Eso, a un padre, le destroza el corazón y le rompe todos sus sueños…, dado lo que ocurre ahora,  puede atenuarme el pecado, algo, que no tuve nunca, adicciones caras y desquiciantes.  A pesar de todo, el siempre pretendió que acabara mis estudios, no me puso ningún límite, si hubo alguno, eran los míos. Insistía que encontrara con su apoyo alguna otra salida. No sé porque designios o fuerzas del destino, nunca pude complacerle y un día emprendí en solitario mi camino…, lleno de bifurcaciones y novedades ¿hay camino? El poeta dice: Caminante, no hay camino se hace camino al andar. Al andar se hace camino y al volver la vista atrás, se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar.
Mi padre siempre decía: no hay mejor palabra que la por decir. ¡Tenía mucha razón! ahora lo sé, es muy difícil juntar  lo que piensas con lo que sientes. Eso es lo que prácticamente me ha llevado toda la vida, poner cada cosa en su sitio; tener solo una prioridad, que lo que sientes sea lo que dices moderado por el tacto y la elegancia, si puede ser. No una frase airada o desvariada, como una bala perdida que a alguno ha de tocar su contratiempo y perjuicio, sin reparo.
Es verdad que empecé a comprender a mi padre, cuando me ha faltado, y las cosas han llegado a su sitio, dónde lo que sientes, lo sientes de verdad y, hay una relación sincera llena de afecto. El respeto que no le pude ofrecer en los muchos momentos de la vida que compartimos, he tratado de compensarlas a través de sus mensajes, las gentes que el admiraba y quería…, cuando vuelvo al campo disfruto cada rincón que conocí con él y me acuerdo de sus nombres y lo que hacíamos, puede que sentados a la sombra del carro, o en una fuente con las caballerías, o recorriendo esos caminos para ver como crecían los sembrados, mirando el cielo,  o esas nubes, la silueta diminuta de esas mariposas blancas, que revoloteando me rodeaban y él, un día, me dijo, que me traerían buenas noticias y al llegar a casa era verdad y allí estaban, las buenas noticias de entonces la persona que quería, envueltas en papel rosa y sobre terroso.
Tuvo unos amigos que siempre les mantuvo presentes y les veneraba de verdad a uno de ellos que perdió en la guerra, siempre que podía le recordaba y me hablaba de él y sus circunstancias, Gilberto, quizá, por eso, más recordado; su amigo inseparable de niñez y juventud, Pedrin Burgos y Paquito, Francisco Escudero, que fuera a Málaga a ejercer la medicina, se cruzaron algunas cartas y en sus esporádicas visitas familiares, en casa de Augencio, eran un revulsivo; pero como el verano era muy adsorbente nunca pudo disfrutar de un encuentro justo. Siempre tuvo un trato especial con Demetrio Escudero, vecinos en la calle derecha, dónde viviera de niño con mi tío Esteban, junto a Daniel igualmente, Ángel Villagra, primo, pero a la vez amigo. Seguro que me olvido a otros y lo siento, no de Ángel “Libí” compañeros de soltería y hasta el fin de sus días como si fueran familiares, se veían cada miércoles y de paso le afeitara y le pasaba el reportaje taurino, sobre todo del “Viti”. Pero para él, como ellos, igualmente, hubo algo como prioridad, fueron siempre los hermanos, y así siempre nos hemos relacionado. Los Hermanos Burgos eran una piña y una tribu, en el mejor sentido de la palabra; tendrían sus diferencias y situaciones complejas, pero sobre todo estaban unidos para cualquier eventualidad. Les quiero nombrar y como todos están en el más allá concitarles en este día al recuerdo y evocación:   La madre, María Santamaría; el padre, Aurelio Burgos; hermanos, por el mayor: Esteban, Avencio, Félix, Hilario, Juan, Julián, Venancio y Maruja.
Mi padre era un hombre sentido, que tenía un afecto exagerado con toda esta gente que he ido mencionando y otros muchos, que no lo he aludido, por no ser abundante, y reconozco en ello su herencia, me siento así, igualmente. Con esto, quiero recordar a todos nuestros fallecidos y, evocarles en el día de “Todos los Santos”, en esta Tierra de Campos no hay solo esa imagen extensa de campos amarillos desgastados y polvorientos, tierras que parecen desamparadas que desazonan al viajero por su sequedad y uniformidad. En ella hay algo que tiene que ver con la mirada del morador de esta comarca sedienta y abrasada por el Sol y las escarchas de las heladas persistentes, también su espíritu que mora en todas las anécdotas y afectos encarnados en nosotros.
  



3 comentarios:

Anónimo dijo...

Retrato muy acertado de lo que da esta tierra, con sus barbechos y sus sembrados. No todo es paja y grano.También forja a sus gentes, con sus claros y sus penumbras (tal vez como en todas las partes).
Enhorabuena, Esteban. Tu historia es la de muchos que solo con el tiempo.... Tu padre, hoy desde donde esté, seguro se siente muy orgulloso de ti.

Anónimo dijo...

El 4-11-2.013, con toda la sinceridad que este blog inspiraba, retraté en contestación a tu escrito (contestando como anónimo) lo que eran esas gentes que habitaban tierra de campos.Becilla.Claros y penumbras. Pensaba que en este foro el paso del tiempo procuraba que los claros derribaran a las penumbras. Que las gentes que vagaban entre los adobes hace años, y se movían, entre penumbras hubieran quedado apartadas o se marginaran ellas mismas, sin hacer nada por cambiar aquella tierra que no les gustaba, que incluso aborrecían. Que en este foro la claridad y la evolución triunfarían. Ahora no lo tengo tan claro. ¿Qué ha pasado. Porqué esta huida? Repasando con calma todo el historial de esta página no parecía posible este final. Y más si nos ceñimos a sus principios.
Creo que la lucha contra el camino y el polvo ha sido muy corta y lo que es peor, esteril.
Esteban. Este inesperado final ha convertido un relato de costumbres, en una trama misteriosa e inacabada, a capricho de los guionistas, que tal vez tienen más de su pasado, de lo que ellos mismos imaginan.
Un saludo y hasta siempre-

Esteban Burgos dijo...

Amigo anónimo, te agradezco el seguimiento y que te hayas tomado un tiempo para tu comentario.
Ahora, quiero comentarte, no como una réplica, sino como una forma de compartir algo que te me hace situar en una aclaración de un misterio o trama, un poco exagerado creo yo. Es innegable que algunas cosas desgastan cuando se pierde la intensidad y el aliciente, aunque sea temporalmente, si hay otras que te atraen con mayor ilusión y la superior necesidad te obliga..., así son las cosas. Voy a poner mucho tiempo y energía durante unos meses en promocionar una “Conferencia sobre La Paz” con un equipo apropiado. Espero poder poner mi conocimiento en el movimiento de las Redes Sociales para comunicar esta necesidad existente, al menos para mí, de conocerse uno mismo y mejorar nuestra necesidad de ser parte de las soluciones y la Paz.
¡Ojalá! llegue el día y pueda echar un vistazo a nuestra Tierra de nuevo, que sea de una forma renovada y sencilla, sin pretensiones, como fuera desde el principio, de apropiarme de nada. Ahora otros continúan y seguro que harán lo necesario para resaltar, entre todo ese polvo del camino, el escenario que muestra nuestra subsistencia, que necesita participación para activar un municipio muy avejentado y con pocos medios. El grupo de entusiastas jóvenes participarán con actividades si así lo quieren… ¡la nobleza obliga!¡las evasivas separan y apagan.
Me gusta y agradezco tu interés..., anónimo.