viernes, 26 de febrero de 2021

..., en la calle del tiempo

Por esta la calle del tiempo, en que vivimos de continuo, las cosas suceden la mayoría sin importancia y, sin embargo, en nuestro subconsciente se van registrando todas a través de la recepción de nuestros sentidos y nos llevan la inercia de aquellas que nos involucran, activan y provocan nuestro ánimo como un pinchazo de aguijón de abeja. Ahora me acuerdo de Paco, andábamos en bicicleta campo a través y pasamos por un lugar que había colmenas cerca de un pequeño paraíso perdido que se eleva sobre los campos que un día sería de reses bravas y una explotación agropecuaria. Era Villalogán, dónde había un caserío, alguna cuadra y varias naves desvencijadas. Un pozo con su chozo. Todo esto es el campo deshabitado que con pena acostumbrábamos a ver por Tierra de Campos; ahora despoblado, depende de Mayorga y mantiene, testimonialmente, su propio término territorial.

Salieron por ahí unas cuantas abejas a modo de avisar o advertir el se asustó y gritó yo le calmaba diciendo vamos a alejarnos de aquí él empezó a gritar: ¡me ha picado! ¡me ha picado! ¡me ha picado! se bajó de la bicicleta, yo hice lo propio y me acerqué a él. Le mire donde se frotaba y efectivamente podía ver el aguijón como un punto, estaba bien clavado..., se le debí extraer y le traté de calmar diciendo: ¡va! ¡no es nada! aunque el dolor estaría ahí..., continuamos con nuestra marcha ciclista hasta Urones de Castroponce y, volvimos a Becilla de Valderaduey. 

Cada uno nos fuimos a nuestra casa

 a tomar una ducha y descansar. 

Hay muchas cosas que no apreciamos en su medida porque cada uno toma las cosas como nos afecta. 

Al día siguiente nos vimos, y me dice Paco nada más vernos: no era nada ¿verdad? me tuve que ir a urgencias, se me empezó a inflamar el cuello dónde me picaría y me quedaba sin respiración, soy alérgico y menos mal que reaccione pronto. Ahora estoy bien.

Así somos cada uno siente lo que le afecta en su propia carne o, como se desarrolla un hecho en su situación.


En nuestros corazones, están la alegría o la tristeza de lo que viene nuevo o aquello que se marchita como las hojas secas que caen en el Otoño y el Invierno, y ahí quedan sin rumbo, esperan; hasta que el viento las mueva y las lleven de un lugar a otro, sin certeza. Así somos nosotros, las personas y los niños también, mirándonos como fuimos y como nos gustaría parecer que somos y seremos..., a veces, levantamos la vista y, vemos ese amanecer en la mirada de alguien que siente cercanía y, nos damos la mano, en silencio;  encontramos un resquicio para la vida, para mirar al cielo, con dignidad y, sentirnos cerca su belleza serena.

Con una leve señal la gente encuentra una razón de querer seguir cerca de otra gente. No tiene sentido justificar todo para separarse. La mentira es ciega, no nos deja ver el corazón que la refleja, no tiene esa luz que guia el camino  y muestra la salida a cada situación; cada uno sentirá lo que desea sentir. En la calle del tiempo todo está de paso, como lo estamos nosotros; cada uno con su lectura y conclusión.

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