jueves, 25 de febrero de 2021

La decisión y la pasión

Es necesaria la facilidad y la riqueza de una imaginación extraordinaria para adormecer, por un momento y, suprimir, por decirlo así, la conciencia desmesuradamente apasionada de un joven con la inteligencia aguda, de cada uno que lo es. Pero se consiguió, era lo cotidiano y, aún me sorprende. Pienso en ello, viene de mi adolescencia esta recordación de un método y el aprendizaje que tuve que aceptar, sobrellevar y digerir: el desdén aparente y sistemático de las emociones esenciales y naturales. Aprendíamos a superarlas, disimularlas o peor aún, a llevarlas en solitario o sustituirlas por otras sobrevenidas para parecer despreocupados y tan campantes. Cambiamos nuestra natural manera de ser por otra fingida. Los sentimientos, las emociones  y su agitación no estaban en un día natural, estaban en nuestro subconsciente y de ahí pasaban, si indagamos un poco más, en el por qué tenemos sueños, esos sueños no hay una respuesta única dada la complejidad de los sueños pero cumplimos un deseo frustrado o interpretaciones más simples, que vienen a decirnos que la sexualidad es una parte presente en nuestro día a día y por eso también aparece en nuestros sueños. El onanismo, es por tanto también el gusto de estimular nuestros órganos sexuales para provocar un placer, en uno mismo y cumplir nuestras ilusiones. Predominaba, entonces, el credo religioso y había un conflicto sempiterno con el pecado; ser consciente y dar sustento a las emociones y los deseos se debatían en una presencia rápida del temor al fuego eterno. Luego estaba el social que te alejaba del prototipo del ser estable como un alcor y bondadoso como un hijo que inspira, implica o denota devoción y aprecio. Rechazábamos ser nosotros mismos con nuestra herencia y cualidades humanas; nadie que yo conociera hablaba de ello y el disimulo era a menudo lo más favorable. Lo propio, era ser listo, pillo y, un tunante sin sobresalir; no revelar ningún resquicio y menos las emociones como: el miedo, el dolor, la turbación, la tristeza o el enamorarse; entre otros muchos. Eso se tenía su desarrollo y solíamos tratar mal a quienes más queríamos por nuestra propia contradicción. La cruda realidad es que, en un momento u otro, habría que enfrentase a ella, y muchas veces más de lo deseado; no sabíamos de los recursos que podíamos emplear para saber llevarlos a buen término y el impacto que nos causaban era el de fracaso y nuestro ánimo se perdía frustrado. Enmascarando ese ser natural y aceptábamos con resignación unos sentimientos pocas veces se planteaban en este aspecto resolverles y moderarles con la comunicación y una relación propia. Las emociones, ¡claro que se sentían! en total soledad.  Eran cosas para leíamos en las revistas o un libro, veíamos en el cine o también oímos en las radionovelas folletinescas que nos transportaban a mundos mentales muy especulativos, que curiosamente se escuchaban en familia, ahí si eran toleradas, porque eran ajenas. Ese fuego descargaba toda aquella rutina o, la daba algún matiz si acaso. La hacía aguantable y repara los infortunios circunstánciales. Esta manera de manifestarse, contaminaron de tal manera el gusto de una vida saludable se llevó a un modo penoso de vigilancia permanente y fingimiento en la vida diaria donde se estableció mantener mentira y la impostura de la murmuración. Cuando se vive en la mentira se llega a establecer de tal manera que se disfruta con la mentira, y por lo tanto, el que la crea se desentiende y no es responsable de ella.

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