vivía muy dependiente de casi todo iba y volvía sin ser consciente más que lo que requería el momento, pero siempre fui muy observador y me interesaba cuánto veía, con una mirada muy pura e inocente. Parecía que no necesitaba demasiado y todo se iba desarrollando como tenía que ser.
Llegaba al pueblo viniendo desde Valladolid en el modo más acostumbrado que teníamos para transpiramos y le llamábamos “el coche de línea”, de la Empresa Salgado, conocíamos al propietario corpulento y satisfecho, siempre con un “farias” a medias como si los consumiera constantemente, conocíamos a los conductores, a los cobradores sobre todo y revisor, todo era así, muy familiar. Allí ya empezábamos a encontrarnos con algunos paisanos y otros conocidos de pueblos cercanos. Salíamos de las cocheras de la calle del Puente colgante de Valladolid cruzando el paseo Zorrilla y por el puente de Garcia Morato llegábamos a “la huerta del Rey” atravesando el río Pisuerga, para mí era todo un acontecimiento, era el elemento que marcaba el carácter a nuestra ciudad..., en la frase recurrente, con alguna frecuencia en las conversaciones, tanto en Castilla y León como en el resto de España, en la de “aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid”. Luego se tomaba la avenida de Gijón pasando por el lateral de la dársena y almacenes junto el Canal de Castilla, hasta Villanubla. Allí estaba el aeropuerto con aquellos aviones alemanes los Junkers 52, un avión de transporte utilizado ocasionalmente como bombardero en la Guerra Civil Española; un monoplano de ala baja y tren de aterrizaje fijo de revestimiento metálico que le daba un aspecto de tanque, ahí estaban a modo de exposición algunas unidades. Rodeábamos el aeropuerto en una carretera de una gran curva hasta llegar a la Mudarra ya cercana y solía darse la coincidencia algunas veces ir paralelos al encomiable “tren burra” con su humeante estela y monótono sonido de la máquina de vapor, así llegábamos a Medina de Rioseco, punto intermedio del recorrido y, una referencia o enclave de nuestra zona, unos pasajeros bajaban otros subían y volvía a arrancar el “auto de línea” luego Berrueces, Ceinos y la entrada al pueblo por la carretera nacional, N-601. Ya reconocía que estaba llegando al final y te invadían todas esas emociones de un encuentro conocido pero no dejaba de inquietarte por todas sus ataduras y supeditaciones que vendrían como una colisión de nuevo tras un trimestre de internado en el Colegio. Cuando llegaba entrabas en lo que era una recta sombreada, como si fuera por un túnel de árboles enormes y espesas ramas llenas de hojas bailarinas que cubrían y bordeaban la carretera desde la fuente de Gonzalín.
La fuente era lo primero que se divisaba, como lo más propio del pueblo, era su símbolo, era el agua que se consideraba más venerable y benéfica que guardaba una caseta a modo de chozo. La hilera de árboles empezaba a continuación y llegaba casi hasta el cruce de la carretera a Villalón de Campos, se llamaba: la arboleda. Luego continuaba otra nueva hilera de árboles hasta el puente nuevo. Los amantes de los paseos largos hacían ese recorrido a la inversa, llegando hasta la arboleda donde siempre se encontraba alguna separación y soltura. En general se tenia como algo saludable, alguna vez oí hablar de lo oxigenante que era airearse por ese lugar y se hacía para prevenir algunas enfermedades respiratorias. He Llegado oír valorar llegar hasta allí para mejorar las enfermedades pulmonares como “tisis” así se decía de la tuberculosis incipiente, con alguna tendencia de resistencia a esta enfermedad, ahora ya no hay árboles.
Era un lugar clave, repetido como una referencia; fueron talados todos en los años sesenta, período de tiempo en que cambiaron muchas cosas, entre ellas una especie de reordenación del trafico. Esos árboles, pintados con una banda perimetral horizontal de pintura blanca reflectante era una señalización protectora, ahora eran un riesgo, porque podrías estrellarte contra ellos al menor descuido como consecuencia de la soñolencia ocasional.
Becilla de Valderaduey es un pueblo muy pequeño, perdido en medio de la Comarca “Tierra de Campos,” con una historia consistente y de repoblación medieval, un sistema de asentamientos de los reinos cristianos en la Edad Media desde el Reino de Leon, ahora la actual Comunidad de Castilla y León, en el siglo IX y XI en esta época se forma el sistema de asentamientos que estructura esta zona rural actual.
No se considera nunca pero debió tener un lugar defensivo a modo de fortaleza en lo que es “la Corraliza” un buen lugar de observación.
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